La renuncia de Ariel Henry no basta para frenar el caos en Haití.

La renuncia del primer ministro de Haití, Ariel Henry, no ofrece una solución inmediata para la creciente anarquía que sacude a la isla. A pesar de ceder a la presión de los socios regionales y anunciar su salida durante una reunión en Jamaica, Henry seguirá gestionando los asuntos del país hasta el nombramiento de un nuevo primer ministro y Gobierno.

Henry tomó la decisión desde Puerto Rico, donde se encuentra varado desde que solicitó ayuda a la ONU para establecer una misión de seguridad internacional en Kenia a finales de febrero. Su dimisión se produce en un contexto de intensas tensiones, con enfrentamientos constantes entre la policía y las bandas armadas en Puerto Príncipe.

La situación en Haití es crítica, con bandas armadas liderando una insurrección contra las instituciones restantes. Los recientes ataques a lugares estratégicos, incluido el palacio presidencial, y la evacuación de personal de la Unión Europea y Estados Unidos evidencian la gravedad de la crisis.

La comunidad internacional, representada por Caricom y la ONU, busca establecer un acuerdo de transición que incluya medidas de seguridad, un gobierno justo y elecciones equitativas. Sin embargo, las condiciones para elecciones libres y transparentes aún no se cumplen, lo que plantea dudas sobre el futuro político de Haití.

Desde el asesinato del presidente Jovenel Moïse en 2021, el país se encuentra sin liderazgo estable y sin elecciones desde 2016. La influencia creciente de las pandillas, el desplazamiento masivo de personas y la crisis humanitaria empeoran la situación.

La ayuda financiera internacional es necesaria, pero insuficiente. Haití necesita soluciones a largo plazo que aborden la corrupción, la violencia de las pandillas y la falta de representación del pueblo en el gobierno. Las próximas semanas serán cruciales para recuperar la confianza y encontrar una salida a la crisis.